martes, 7 de mayo de 2013

Solo.

Estoy solo. Aún tengo los ojos cerrados, pero algo me lo dice. La falta de peso a mi lado o la frialdad de las sábanas, no es algo seguro, pero lo sé. Huele a rancio, con una mezcla de sudor, tabaco y lejía barata, en parte me gusta. El sonido de una gotera atrae mi atención. Es un sonido metálico una vez y a madera la segunda. Metálico, madera, metálico, madera... Un momento, no sé cuanto llevo así. El ruido de los coches al pasar de fondo crea un marco gris a mi alrededor. Intento oír, pero no hay nada más. Ni una señal más de vida.
Palpo con la mano el algodón áspero de las sabanas. Está raído y viejo. Húmedo. Creo que he sido yo, es mi propio sudor. Muevo el brazo tentando sobre la tela, pero no hay nada, solo un hueco vacío. Frío. Estoy solo. Me acaricio el pecho un momento. No llevo camisa y estoy seco aunque algo pegajoso, debe ser por el sudor, pero ¿por qué he sudado? Espera un segundo, no sé donde estoy.

Abro los ojos lentamente y el brillo y calidez de la luz del sol me ciega un momento. No tengo ni idea de cuanto hace que cerré los ojos, ni siquiera sé si llegué a dormirme. Solo veo un techo de madera, alto y quebrado. Una bombilla se mece sobre mi cabeza junto a una mancha de humedad. No reconozco el lugar.

Me levanto con lentitud. La habitación es pobre. Destrozada, casi abandonada. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cúando? No consigo recordarlo. Estoy sentado sobre el colchón que chirría. Suena como un maldito gato. Gato... Recuerdo aquellos ojos. Ojos de gato. Maldita sea... me duele la cabeza. Me toco la sien derecha, está húmeda. Me miro la mano y solo es agua, o sudor. Ahí esta la gotera. Una gota al cabecero de hierro; metal. Otra al suelo; madera.
Mis pasos son lentos, no sé a donde ir. Estaba con alguien, eso seguro. Miro a mi alrededor y veo en el suelo hay una camiseta negra. Creo que es mía y me agacho a recogerla. Me la pongo y distingo que de ella cae un coletero. Me paso la mano por el pelo. Yo no necesito coletero. Me agacho de nuevo a recogerlo con un crujido de rodilla como banda sonora; me duele. Me llevo el coletero a la nariz como un perro que busca su presa. El olor me embriaga y lo recuerdo. La recuerdo a ella. Sí... era preciosa. Recuerdo su pelo y sus ojos claros... Y cómo se movía... una escalofrío me recorre la espalda. ¿Donde está? No hay nadie, estoy solo.

Decido salir a buscarla, no podía perderla. Otra vez no. ¿Otra vez? no recuerdo eso. ¿La perdí ya antes? Casi como un zombie salgo a la calle y el bullicio me arrastra. No la veo. La busco a tientas con la mirada perdida entre la multitud, pero no la veo.

Un momento, la gente se separa casi por inspiración conjunta, o me lo estoy imaginando. Allí está, la veo entre la gente como un oasis en mitad del desierto. Echo a correr hacia ella.

La persigo corriendo aunque parece que voy a cámara lenta. ¿Por qué no la alcanzo? Ha empezado a cruzar la calle y sigo corriendo. Intento gritar pero no oigo mi voz. Está en peligro. No, yo estoy en peligro. No puedo perderla. Salto a la carretera y oigo un pitido. Casi me atropellan. ¿Qué coño me pasa?

La busco de nuevo y allí está, cruzando como si nada. Otro pitido pero esta vez viene directo hacia mí. No puedo quitarme y cierro los ojos. Un frenazo. Un golpe.

Parpadeo lentamente y me toco el cuerpo. Estoy bien pero ¿qué ha pasado? Miro a mi alrededor. Allí está ella. Tirada en el suelo. El coche la ha atropellado... y después nada. La oscuridad me absorbe.

Despierto en mi cama y estoy sudando. Ella no existe, y lo entiendo, es sólo mi sueño atropellado. Palpo a mi lado... estoy solo.

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