sábado, 1 de octubre de 2011

Explotar.

Siento que soy el último en despertarme. No he dormido bien... tengo sueño. Arrastro los pies hasta el baño y miro en el espejo el fiel reflejo de un espectro. Las ojeras ya forman parte de mi cara permanentemente y la barba descuidada, crecida a base de pereza, me cubre las mejillas.

Caliento algo de pan y la campana del microondas me dispensa un café aguado y mal recalentado, mientras pongo el diario matinal en la caja tonta.

La voz del locutor suena tan robótica y artificial como cada mañana. Expresa con el mismo tono de voz noticias buenas o malas, algo que me resulta poco moral... claro que debe dar su opinión "objetiva"...
Al parecer esta mañana no ha comenzado bien. Un chaval de mi edad ha volado un autobús urbano que lleva cada día a más de cien personas a sus puestos de trabajo, institutos y facultades... ha matado a veinte personas. Dos niños...

Otro monstruo social más... vaya novedad.

No entiendo como alguien tan normal, tan común, pueda cometer tal atrocidad... debía ser algún acto de suicidio homicida... el mundo se está yendo a la mierda... menos mal que aun quedamos gente civilizada.

Mierda, se me hace tarde. Me he quedado absorbido por la noticia acordándome mentalmente de todos los antepasados del asesino psicótico con todo insulto que mi indignación ante tal obra de crueldad me obliga a recordar.
Cojo la mochila, una chaqueta, el móvil, las llaves... y a correr.

Me siento en un autobús que huele rancio... llueve, y la mezcla de sudor y humedad creaba una atmósfera de presión...

Busco entre los bolsillos de mi mochila... pero... mierda. Con las prisas he olvidado los auriculares. Pienso que no es tan malo. Iría disfrutando de los sonidos del mundo... que remedio.

Las gotas del diluvio que parece el universal golpea las ventanas con un constante tamborileo.

Los engranajes del autobús chirrían con un estruendo que asusta.

Señoras que hablan a gritos desde puntas lejanas dentro del vehículo.

Un adolescente enciende música desde su móvil a toda pastilla.

Otro ríe a voces.

Cada sonido me taladra. Me duele la cabeza...

Un teléfono suena, otro habla por el suyo a voces.

Aprieto los nudillos...

-Callaos por favor...- El hombre sudamericano, que dormía sentado a mi lado, me mira asustado.

Comienzo a temblar. Me mareo...

¡BASTA YA!



Ahora mismo estallaría este autobús con todos dentro...

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Un cuento extraño que inventé y escribí sentado... adivinad donde... ¡En el autobús!
Todos los que nos hemos acostumbrado a vivir con música, algún día hemos olvidado los auriculares, el reproductor, o cargar la batería del móvil... y al cabo del día hemos deseado matar a alguien... Va por vosotros.

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